
Es decir, existe la envidia sana. Esa sensación de admiración que surge al valorar de verdad los méritos ajenos con un sentimiento de felicidad interior. De hecho, este sentimiento es adaptativo y se convierte en un estímulo para ti a la hora de poder aprender del ejemplo de otras personas que han logrado éxitos importantes en su vida. En otras ocasiones, la envidia sana no es tan ideal en tanto que también muestra una tristeza interior. Sin embargo, el objeto de la envidia no se convierte en un enemigo sino que sigue siendo una persona amiga. De hecho, la envidia siempre se produce entre personas cercanas que se conocen y comparten tiempo en común.
Mientras que la envidia sana se confiesa de una forma totalmente natural, por el contrario, la tristeza por el bien ajeno se oculta y se disimula porque aquel que la siente, en el fondo, tiene vergúenza por tener esos pensamientos. La envidia es un síntoma de baja autoestima y de que la persona tiene carencias que tiene que cubrir de una forma consciente para poder tener seguridad en sí misma.
No tiene sentido envidiar nada en otra persona, simplemente, porque desconoces el mundo interior de esa persona, el camino que ha recorrido para llegar hasta allí, cuáles son sus carencias… Desde fuera, muchas veces, todo parece perfecto pero desde dentro, no siempre lo es.
Fuente: http://psicoblog.com
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