viernes, 12 de octubre de 2012

ENVIDIA - PERFILES





Perfil del Envidioso

Triste y pesaroso por el éxito del envidiado y alegre por sus fracasos y desdichas.
Pasivamente Descontento. Su odio se activa fácilmente ante circunstancias favorables.
Colérico y rencoroso.
Calumniador y maledicente.
Se compara continuamente al envidiado y es competitivo.
Siente inferioridad respecto al envidiado y no es capaz de admitirlo ni siquiera ante si mismo.

Perfil del Envidiado

Alguien cercano, no necesariamente en el espacio sino en el tiempo. Coetáneo o de edad similar. (El joven no suele envidiar al viejo porque puede pensar que dispone de mucho tiempo para llegar dónde ha llegado el viejo y a éste le queda el consuelo de pensar que eso nunca será así.)
El envidiado desea lo mismo que desea el envidioso. Tiene los mismos objetivos. Existe una paridad en las aspiraciones entre envidiado y envidioso.
El envidiado tiene algo que el envidioso ve factible llegar a poseer o hacer. Por eso es más frecuente que el pobre envidie a otro pobre que que envidie al rico. El envidioso necesita compararse a un modelo próximo. El envidiado nunca es alguien demasiado superior con quién el envidioso no pueda competir.
El envidiado está cercano en el espacio (es el vecino, el cuñado). Con esto se alimenta la competencia y se aviva constantemente el fuego de la envidia.

Envidia representada por Jacques Callot

Como la avaricia, la envidia (en latín, invidia) se caracteriza por un deseo insaciable, sin embargo, difieren por dos grandes razones: Primero, la avaricia está más asociada con bienes materiales, mientras que la envidia puede ser más general; segundo, aquellos que cometen el pecado de la envidia desean algo que alguien más tiene, y que perciben que a ellos les hace falta, y a consiguiente desean el mal al prójimo, y se sienten bien con el mal ajeno.
La envidia va tan flaca y amarilla porque muerde y no come.
Francisco de Quevedo

Dante Alighieri define esto como «amor por los propios bienes pervertido al deseo de privar a otros de los suyos». En el purgatorio de Dante, el castigo para los envidiosos era el de cerrar sus ojos y coserlos, porque habían recibido placer al ver a otros caer.


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