jueves, 11 de octubre de 2012

LA ENVIDIA CORROSIVA





La envidia es un vicio perverso e imperdonable, ya que es el que tiene el mayor poder corrosivo para el vicioso, a la vez que es demoledor para el envidiado. Merece un apartado especial por su ubicuidad en cualquier medio y porque está enlazado con todos los demás de diversas y tortuosas maneras.
Con la envidia se vinculan la ira, los celos, la competitividad, la calumnia, la maledicencia, la rivalidad, la avaricia, el rencor, la venganza y todo el espectro de la ruindad humana. Además, la envidia, a diferencia de los vicios restantes, no deja demasiado espacio al placer, a excepción del placer de ver al envidiado destruido.

La tristeza por el bien ajeno (o la alegría por el mal ajeno).

La psicóloga recibe a su paciente que sigue un  tratamiento por depresión. Aquél día fue distinto, Por primera vez en mucho tiempo mostraba la sonrisa más angelical y sincera que le hubiera visto en la cara. ¿Parece que te encuentras mejor? , le pregunta la terapeuta.
" Mi enemiga ha suspendido la selectividad y no podrá entrar en mi facultad, "  responde la paciente con un brillo inusual en los ojos. La envidia malsana mostraba su cara más genuina, sin tapujos.

La envidia tiene más concordancia con la percepción interna de inferioridad, que con la escasez objetiva. No es que la envidiosa no tuviera los medios para entrar en la universidad, sino que se sentía inferior a la envidiada.



Para que la envidia esté presente se necesitan tres partes:

El envidioso (sujeto).
El envidiado (supuesto rival)
Una posesión (un bien)

El bien puede ser material o no, por ejemplo, la felicidad que el envidioso atribuye al envidiado.
Así, la envidia se define como una incomodidad, tristeza o malestar que siente el sujeto al pensar que no posee el bien que tiene el rival.
Si la envidia pasa a ser maligna, también se desea que el rival no tenga el bien. En este caso se trata de la envidia malsana o destructiva. La envidia sana suele estar mezclada con admiración.
Esta pasión proviene de la tendencia humana a evaluar el propio bienestar mediante la comparación con el prójimo.
En un ensayo magistral sobre la envidia, el filósofo Alfonso Tresguerres elabora un retrato del envidioso y del envidiado y concluye afirmando que no es necesario que exista una superioridad real del envidiado ni tampoco la posesión de algo que le haga aparecer de inmediato como superior. Solo hace falta que el envidioso lo vea como tal. El envidioso se siente inferior al envidiado y es la envidia el rasgo que desvela este sentimiento. Por esta misma razón, el envidioso no está dispuesto a reconocerlo ni siquiera ante sí mismo. Por eso también la envidia se oculta y se niega tenazmente. Añade, por último una frase de Rochefoucauld:  A menudo se hace ostentación de las pasiones, aunque sean las más criminales, pero la envidia es una pasión cobarde y vergonzosa, que nadie se atreve nunca a admitir. Sería como  admitir la propia inferioridad.


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