sábado, 20 de octubre de 2012

LA IRA




Los pecados capitales en su versión secular son vicios morales. En su traslación psicológica, son sentimientos autodestructivos. Clásicamente, se enumeran siete: soberbia, avaricia, lujuria, envidia, gula, ira y pereza. Algunos de ellos alcanzan la categoría de inconfesables: ni la gota malaya lograría que los admitiéramos. Está demostrado que nos sentimos más virtuosos de lo que somos en realidad.

Nuestra propia estima se resiste a incorporarlos a la imagen que nos atribuimos. Son aquellos llamados espirituales, ya que los considerados carnales (la gula y la lujuria, quizá también la pereza) son objeto de una mayor condescendencia y complicidad.

Acordes con la idea de la “perdonabilidad” de los carnales (esta vida es corta), nos centraremos en el análisis de cada uno por innobles y solapados con el fin de reconocerlos en nosotros mismos y defendernos de sus arpones envenenados haciendo enfásis en cuatro: la soberbia, la codicia, la envidia y la ira.

El mundo en el que vivimos cada vez nos resulta más inseguro e incierto; todos queremos que la vida y que todo lo que rodea a ella sea algo por lo que merezca la pena, pero desgraciadamente tenemos todo lo contrario: algunas veces hay factores externos que provocan que pasemos del cielo al infierno y viceversa; en otras –quizá en demasiadas-, es la propia irracionalidad humana la que hace que cometamos actos que, en condiciones normales, no se nos pasaría, ni en sueños, cometerlos hasta sus últimas consecuencias, provocando, en el peor de los casos, la muerte.


Cuando hablamos de irracionalidad, hablamos de reacciones (espontáneas o no) que el ser humano tiene en momentos concretos de nervios, tensión o desesperación. Y en ellas tiene cabida la ira, quinto de los pecados capitales que componen el ciclo; la definición más estándar de la ira (cf. lat. iram) es la que alude a la pasión del alma que provoca indignación y enojo. 

También alude, por otro lado, al apetito o deseo de venganza, a la furia y violencia de los elementos (humanos o no) y, en última instancia, a la repetición de actos de ensañamiento y/o enconamiento. Ese deseo o pasión no conoce límite alguno, ya que puede ser causa de un comportamiento violento para con nuestros semejantes, para con los familiares o para con uno mismo.

La ira es peligrosa por muchas razones: primero, porque esa reacción puede plasmarse mediante el asesinato cuando va dirigida a los demás; y, en segundo lugar, porque cuando va dirigida a uno mismo desemboca en el suicidio. En nuestra vida no dejamos de sentirnos en ningún momento felices, tristes o celosos; desde el lado positivo, la ira podría resultar beneficiosa si aflorara de manera muy esporádica y sólo en momentos muy concretos, ya que es un sentimiento más y que como tal debe ser manifestado. 

La Divina Comedia, de Dante, refleja a la ira como uno de los siete círculos que componen el Infierno, círculo que es vigilado por el Minotauro y dividido, a su vez, por otros tres círculos llenos de piedra y rodeados por un gran río de sangre. A partir de este espacio cada círculo empieza a tener divisiones que albergan una pena en particular, por ejemplo, los espíritus malditos, que están divididos en tres: los violentos, los injuriosos y los usureros.

Etimológicamente, la palabra “ira” resulta muy rica a la hora de hacer su derivación: la ira suele corresponderse con la iracundia (propensión a la ira, cólera o enojo), y de ahí el adjetivo iracundo,-a, como también la palabra irascibilidad (cualidad de irascible) y el propio adjetivo irascible (propenso a la ira). Hay que decir que estos dos últimos proceden del deponente irascor, iratus sum, de donde también proceden el verbo airar (mover a ira, agitarse o alterarse violentamente) y nuestro adjetivo airado, -a (aunque la “a” inicial no se sabe de dónde viene).

Sea como fuere, el caso es que la ira siempre va a dejarnos una estela, por lo general negativa. El mundo de hoy conoce muchos casos en los que la ira destroza elementos vinculantes (o no) a nosotros mismos: cuando queremos vengarnos de alguien por algo, cuando una injusticia es más que evidente, o cuando nuestros propios impulsos nos llevan a cometer, como antes hemos indicado, actos que no haríamos en condiciones normales, y que, generalmente, tienen un arrepentimiento tardío e inútil. 

La paciencia es la madre de todas las ciencias. El hombre paciente puede conseguir lo que quiera. ¿Con qué se puede controlar la ira? Con paciencia. El hombre paciente puede ver mejor, porque el que tiene ira se ciega y no ve, pero el que es paciente ve todas las cosas muy claras. Para cultivar la paciencia, tienes que hacer los trabajos más humildes que haya. 

Cuando el movimiento instintivo pasional de la ira se despierta, nos ciega, nos estupidiza y nos convierte en una especie de bestias testarudas.

Se define a la ira como el apetito desordenado de venganza. Que se excita en nosotros por alguna ofensa real o supuesta. Es necesario, entonces, para que la ira sea pecado, que el apetito de venganza sea desordenado, es decir, contrario a la razón. De lo contrario, este desorden no será atribuido como pecado.
Para combatir este pecado es imprescindible la Paciencia, en sentido de sufrir con paz y serenidad todas las adversidades.

IRA




No permitas que te domine la ira. Si eres afectado por ella intenta con todas tus fuerzas controlarla. Ámate mucho y controla la ira que puedas generar o que te pueda alcanzar desde el exterior.


Cuando te vas apartando de Dios y vas perdiendo tu inocencia, te vas volviendo más desconfiado, y cuando una persona se vuelve más desconfiada, empieza la soberbia a salir, el odio, la rabia y la furia, la envidia, los celos, toda esa serie de cosas que son las que encierran a una persona en una prisión.
¿Se puede subir al Cielo teniendo algún pecado capital sin superar? No, no puede subir nadie si tiene los pecados. No he conocido a nadie que tenga pecados y haya subido. ¿Aunque los tenga casi superados? Para eso está el purgatorio, para pulgar esos pecados, pero no se puede subir teniendo pecados, es imposible.
Miniatura de Tacuinum sanitatis



Todos sabemos lo que es la ira y todos la hemos sentido alguna vez, tanto si se trata de un ligero enfado como una rabia en toda regla.

Es una emoción totalmente normal y generalmente sana. Pero cuando está fuera de control y se vuelve destructiva, puede conducir a diversos problemas, como problemas en el trabajo, en las relaciones personales, y en la calidad general de la vida de una persona. Y puede dar la sensación de que se está a la merced de una emoción imprevisible y poderosa.


La ira (en latín, ira) puede ser descrita como un sentimiento no ordenado, ni controlado, de odio y enfado. Estos sentimientos se pueden manifestar como una negación vehemente de la verdad, tanto hacia los demás y hacia uno mismo, impaciencia con los procedimientos de la ley y el deseo de venganza fuera del trabajo del sistema judicial (llevando a hacer justicia por sus propias manos), fanatismo en creencias políticas y religiosas, generalmente deseando hacer mal a otros. Una definición moderna también incluiría odio e intolerancia hacia otros por razones como raza o religión, llevando a la discriminación. Las transgresiones derivadas de la ira están entre las más serias, incluyendo homicidio, asalto, discriminación y en casos extremos, genocidio.

La ira es el único pecado que no necesariamente se relaciona con el egoísmo y el interés personal (aunque uno puede tener ira por egoísmo). Dante describe a la ira como «amor por la justicia pervertido a venganza y resentimiento».´








viernes, 19 de octubre de 2012

ENFOQUE SOBRE LA CODICIA





Discurso pronunciado por Gordon Gekko (Michael Douglas) en la película "Wall Street 2: El dinero nunca duerme"

Johan Pullas Guillén.

Todos ustedes están muy complicados. Aún no lo saben, pero son la generación SITA: Sin Ingresos, sin Trabajo y sin Activos. Tienen muchas expectativas.

Alguien me recordó la otra noche que una vez dije que la codicia es buena; pues ahora parece que también es legal. Pero, amigos, es la codicia lo que hace que mi barman compre tres casas, que no puede pagar, sin tener el dinero. 
Y es la codicia lo que hace que tus padres refinancien una casa de US$ 200.000 por US$ 250.000 y luego tomen los 50.000 restantes para ir de compras a un centro comercial. Compran un televisor de plasma, celulares, computadoras, un vehículo... y ¿por qué no una segunda casa? Ahora que podemos. Porque sabemos que los precios de las casas en Estados Unidos siempre suben, ¿no? Y es la codicia lo que hace que el gobierno de este país baje la tasa de interés a 1%, luego del 11 de septiembre, para que todos vayan a comprar otra vez.

[Los bancos] tienen bonitos nombres para los millones de millones en créditos: CMO, CDO, SAB, ABS. Saben, creo que sólo hay 75 personas en el mundo que saben lo que son. Pero les diré lo que son. Son ADM, "Armas de Destrucción Masiva".

Mientras estuve ausente, parecía que esa codicia se iba fortaleciendo con un poco de envidia agregada… Los inversores de alto riesgo se iban a sus casas con 50 ó 100 millones de dólares al año. Así que el señor banquero mira a su alrededor y dice, mi vida es muy aburrida. 

Entonces empieza a apalancar su interés desde 40 hasta 50 a 1 con tu dinero, no el suyo. Porque puede hacerlo. Se supone que tú deberías ganar, no ellos. Y lo mejor del trato… nadie es responsable. Porque todos siguen la misma receta.

El año pasado, damas y caballeros, el 40% de todas las ganancias corporativas en los Estados Unidos provino de los servicios financieros. No de la producción, ni de nada remotamente relacionado con las necesidades del pueblo estadounidense. La verdad es que todos somos parte de esto ahora. Bancos, consumidores que mueven el dinero en círculos. Tomamos un dólar, lo inflamos al máximo con esteroides y lo llamamos “apalancamiento”. Yo le llamo banca esteroidizada.

Antes se me consideraba uno de los tipos más hábiles en la banca. Y quizás estuve en prisión mucho tiempo, pero a veces es el único lugar para estar cuerdo. 
Mirar a través de las rejas y decir: ¡Oigan! ¿Están todos locos allá fuera? Es más obvio para aquellos que prestan más atención. 

La madre de todos los males es la especulación. La muerte apalancada. En otras palabras, endeudarse hasta el cuello. Y odio decirles esto, pero es un modelo de negocio de bancarrota. No funciona. Es infeccioso, es maligno y es global, como el cáncer. Es una enfermedad y tenemos que luchar contra ella, ¿cómo vamos a hacerlo? ¿cómo transformaremos esa enfermedad en beneficio nuestro? Se los diré en tres palabras: ¡Compren mi libro!

Tomado de la película "Wall Street 2: El dinero nunca duerme" (2010), dirigida por Oliver Stone.

La Avaricia






La teología cristiana explica el pecado de la avaricia como “amor desordenado de las riquezas”, es desordenado, continua, “porque lícito es amar  y desear las riquezas con fin honesto en el orden de la justicia y de la caridad, como por ejemplo, si se las desea para cooperar más eficazmente con al gloria de Dios, para socorrer al prójimo etc.
El crimen de la avaricia no lo constituyen las riquezas o su posesión, sino el apego inmoderado a ellas; “esa  pasión ardiente de adquirir o conservar lo que se posee, que no se detiene ante los medios injustos; esa economía sórdida que guarda los tesoros sin hacer uso de ellos aun para las causas más legítimas; ese afecto desordenado que se tiene a los bienes de la tierra, de donde resulta que todo se refiere a la plata, y no parece que se vive para otra cosa que para adquirirla.”
“La  avaricia, por consiguiente, es pecado mortal siempre que el avaro ame de tal modo las riquezas y pegue su corazón a ellas que está dispuesto a ofender gravemente a Dios o a violar la justicia y la caridad debida al prójimo, o a sí mismo.”
En la avaricia se ven claramente los elementos comunes a todos los pecados. Por un lado, el avaro pierde el verdadero sentido de su acción poniendo el fin en lo que debería ser un medio, en este caso la obtención y la retención de las riquezas. Lo que importa al cristianismo es que el prójimo reciba, en justicia,  la caridad que todos le debemos al menesteroso. La avaricia es directamente contraria a la caridad en cuanto es un “no dar”, más aun es privar a otros de sus bienes para tener más que retener. Por otro lado,  el privar al otro de sus bienes, muchas veces con malas artes, y retener estos bienes en perjuicio del otro, es también negar al otro en su calidad de persona, de fin en sí. Se lo utiliza para satisfacer, mediante la acumulación de riquezas, el principio del amor a sí mismo.
Son “hijos” o faltas menores de la avaricia: 
  • el fraude 
  • el dolo
  • el perjurio
  • el robo y el hurto
  • la tacañería
  • la usura



jueves, 18 de octubre de 2012

¿Que dice la Biblia sobre la Avaricia?



CITAS BIBLICAS
Jeremías 22:17
Ezequiel 22:27
Proverbios 1:19
Jeremías 6:13
Jeremías 8:10
Ezequiel 7:11
Ezequiel 22:12
Romanos 1:29
1Corintios 5 :10
 Efesios 5:3-5
Colosenses 3:5
Hebreos 13:5
Proverbios 15:16


Traducción de un término griego avaritiam  y éste, a su vez, del verbo latino avere, cuya raiz significa "desear mas ". La malicia de la avaricia radica en el hecho de que el deseo de más bienes conduce a la violación de los derechos ajenos (Jeremías 22:17; Ezequiel 22:27).

Implica padecer un afán desordenado de poseer y adquirir riquezas y/o bienes para atesorarlos.
El avaro busca ganancias ilícitas y para ello se aprovecha de los demas (Proverbios 1:19; Jeremías 6:13,8:10 ; Ezequiel 7:11, 22:12).

En la comunidad cristiana primitiva, la lucha contra los pecados de posesión fue importante (Hechos 5 :1-11). Junto con el deseo sensual, el ansia de adquisición constituye una amenaza especial para la vida del cristiano.(Romanos 1:29; 1 Corintios 5 :10; Efesios 5:3-5;Colosenses 3:5).

Consejo de la Biblia :

“Mejor es lo poco con el temor del Señor, Que el gran tesoro donde hay turbación” (Proverbios 15:16).
Hebreos 13:5
Sean las costumbres vuestras sin avaricia; contentos de lo presente; porque él dijo: No te desampararé, ni te dejaré.


ANATOMÍA DE LA CODICIA / PARA CUESTIONAR EL SISTEMA LA FELICIDAD DE LAO TSÉ

 6 JUN 2010


Por incoherente y absurdo que parezca, cuanto más progreso económico desarrolla una sociedad, más infelices suelen ser los seres humanos que la componen. De ahí que algunos de los países más ricos del mundo, como Suecia, Noruega, Finlandia y Estados Unidos, cuenten, paradójicamente, con las tasas de suicidio más elevadas del planeta. En el mundo, un millón de seres humanos se quitan la vida cada año. Y al menos otros 15 millones lo intentan sin conseguirlo.
Haciendo caso omiso a la incómoda verdad que se esconde detrás de estas estadísticas, la mayoría de naciones están adoptando las creencias y los valores promovidos por el estilo de vida materialista y deshumanizado imperante en la actualidad. Es la "globalización", un proceso por el cual el sistema de libre mercado, guiado por el obsesivo e insostenible afán de crecimiento económico de las corporaciones, está dificultando a los seres humanos desarrollar el altruismo y alcanzar la plenitud.
La codicia nace de una carencia. Es falso que podamos rellenar ese vacío con un materialismo basado en el consumo.

LA SOCIEDAD DEL MALESTAR
"El crecimiento económico del sistema capitalista se sustenta gracias a la insatisfacción de la sociedad" (Clive Hamilton)
Como consecuencia de la epidemia de malestar y sinsentido que padecen muchos seres humanos, en el ámbito de la investigación universitaria ha nacido una nueva especialidad profesional: el comportamiento económico, que estudia la influencia que tiene la psicología sobre la economía y ésta sobre la actitud y la conducta de individuos y organizaciones. Entre otros expertos, destaca el economista norteamericano George F. Lowenstein, cuyo nombre aparece en algunas quinielas como candidato a recibir el Premio Nobel de Economía a lo largo de la próxima década.
En el escenario socioeconómico actual, ¿es el sistema capitalista el que nos condiciona para convertirnos en personas competitivas, ambiciosas y corruptas, o somos nosotros los que hemos creado una economía a nuestra imagen y semejanza? ¿Qué viene antes: el huevo o la gallina? De las tesis formuladas por Lowenstein se desprende que en este caso el huevo es la gallina. Es decir, que nuestra incapacidad de ser felices nos ha vuelto codiciosos, convirtiendo el mundo en un negocio en el que nadie gana y todos salimos perdiendo. Y en paralelo, el sistema monetario sobre el que se asienta nuestra existencia dificulta y obstaculiza la ética y la generosidad que anidan en lo profundo de cada corazón humano.
Pero entonces, ¿qué es la codicia? ¿De dónde nace? ¿Adónde nos conduce? Etimológicamente procede del latín cupiditas, que significa "deseo, pasión", y es sinónimo de "ambición" o "afán excesivo". Así, la codicia es el afán por desear más de lo que se tiene, la ambición por querer más de lo que se ha conseguido. De ahí que no importe lo que hagamos o lo que tengamos; la codicia nunca se detiene. Siempre quiere más. Es insaciable por naturaleza. Actúa como un veneno que nos corroe el corazón y nos ciega el entendimiento, llevándonos a perder de vista lo que de verdad necesitamos para construir una vida equilibrada, feliz y con sentido.
LA CORRUPCIÓN DEL ALMA
"La riqueza material es como el agua salada; cuanto más se bebe, más sed da" (Arthur Schopenhauer)
Últimamente se ha hablado mucho del presidente del Palau de la Música, Fèlix Millet, al que se le acusa de haber robado 10 millones de euros. O del multimillonario Bernard Madoff, considerado un brillante gestor de inversiones y filántropo hasta que un día confesó a sus hijos Andrew y Mark que su vida era "una gran mentira". El imperio económico que había construido a lo largo de las últimas décadas se sustentaba en la codicia, la estafa y la corrupción.
Tras ser arrestado y procesado, Madoff fue condenado el 29 de junio de 2009 a 150 años de cárcel por ser el responsable del mayor fraude financiero de la historia, cifrado en más de 35.000 millones de euros. ¿Qué motiva a un hombre que lo tiene todo a querer más? ¿Por qué tantas personas se vuelven corruptas, mezquinas y perversas al alcanzar el poder?
Para muchos psicólogos, personas como Madoff o Millet representan la punta del iceberg de uno de los dramas contemporáneos más extendidos en la sociedad: "la corrupción del alma". Así se denomina la conducta de las personas que se traicionan a sí mismas, a su conciencia moral, pues en última instancia todos los seres humanos sabemos cuándo estamos haciendo lo correcto y cuándo no. Y es que para cometer actos corruptos, primero tenemos que habernos corrompido por dentro. Esto implica marginar nuestros valores éticos esenciales -como la integridad, la honestidad, la generosidad y el altruismo en beneficio de nuestro propio interés.
RICOS FUERA, POBRES DENTRO
"Nada que esté fuera de ti podrá nunca proporcionarte lo que estás buscando" (Byron Katie)
Según las investigaciones científicas de Lowenstein, cuando las personas son víctimas de su codicia entran en una carrera por lograr y acumular poder, prestigio, dinero, fama y otro tipo de riquezas materiales. Quienes cruzan la línea una vez, tienden a cruzarla constantemente. Las personas codiciosas se engañan a sí mismas; siempre encuentran excusas para justificar sus decisiones y actos corruptos. El hecho de que los demás lo hagan ya es suficiente para hacerlo. Sin embargo, la sombra de su conciencia moral les persigue de por vida.
La codicia es el más feo y detestable de los pecados, porque se alimenta de su propio apetito y nunca se sacia, y su rapacidad aumenta consigo misma. Stanislaw Lem

Una vez ascienden por la escalera que creen que les conducirá al éxito y, en consecuencia, a la felicidad, comienzan a ser esclavas del miedo a perderlo todo. De ahí que se vuelvan más inseguras y desconfiadas, invirtiendo tiempo y dinero en protegerse y proteger lo que poseen. Y no sólo eso. Se sabe de muchos casos en los que las personas codiciosas terminan aislándose de los demás, con lo que su grado de desconexión emocional aumenta y su nivel de egocentrismo se multiplica.
Si un individuo posee la base espiritual necesaria, no se dejará vencer por la tentación tecnológica y la locura de poseer. Sabrá encontrar el justo equilibrio, sin pedir demasiado. El peligro constante es abrir la puerta a la codicia, uno de nuestros más encarnizados enemigos, y ahí reside el verdadero trabajo del espíritu. Konrad Lorenz


Por eso muchos intentan compensar su malestar con el placer y la satisfacción a corto plazo que proporciona la vida material. Para conseguirlo necesitan cada vez más dinero, lo que les lleva, en algunos casos, a cometer estafas en sus propias organizaciones, tal y como hicieron Madoff y Millet. Según la consultora Deloitte, "más de seis de cada 10 fraudes empresariales se cometen desde dentro". Muchos se planean en los despachos de la cúpula directiva. Que la corrupción se haga pública, es otra historia.
En palabras de Lowenstein, "la codicia es una semilla que crece y se desarrolla en aquellas personas que padecen un profundo vacío existencial, sintiendo que sus vidas carecen de propósito y sentido". Tenemos de todo, pero ¿nos tenemos a nosotros mismos? La codicia nace de una carencia interior no saciada y de la falsa creencia de que podremos llenar ese vacío con poder, dinero, reconocimiento y, en definitiva, con un estilo de vida materialista, basado en el consumo y el entretenimiento.
LA FILOSOFÍA DE LA 'NO NECESIDAD'
"Lo que nos hace ricos o pobres no es nuestro dinero, sino nuestra capacidad de disfrutar" (Víctor Gay Zaragoza)
Un hombre de negocios pasaba sus vacaciones en un pueblo costero. Una mañana advirtió la presencia de un pescador que regresaba con su destartalada barca. "¿Ha tenido buena pesca?", le preguntó. El pescador, sonriente, le mostró tres piezas: "Sí, ha sido una buena pesca". El hombre de negocios miró al reloj: "Todavía es temprano. Supongo que volverá a salir, ¿no?".
Extrañado, el pescador le preguntó: "¿Para qué?". "Pues porque así tendría más pescado", respondió el hombre de negocios. "¿Y qué haría con él? ¡No lo necesito! Con estas tres piezas tengo suficiente para alimentar a mi familia", afirmó el pescador. "Mejor entonces, porque así usted podría revenderlo". "¿Para qué?", preguntó el pescador, incrédulo. "Para tener más dinero". "¿Para qué?". "Para cambiar su vieja barca por una nueva, mucho más grande y bonita". "¿Para qué?". "Para poder pescar mayor cantidad de peces".
"¿Para qué?". "Así podría contratar a algunos hombres". "¿Para qué?". "Para que pesquen por usted". "¿Para qué?". "Para ser rico y poderoso". El pescador, sin dejar de sonreír, no acababa de entender la mentalidad de aquel hombre. Sin embargo, volvió a preguntarle: "¿Para qué querría yo ser rico y poderoso?". "Esta es la mejor parte", asintió el hombre de negocios. "Así podría pasar más tiempo con su familia y descansar cuando quisiera". El pescador lo miró con una ancha sonrisa y le dijo: "Eso es precisamente lo que voy a hacer ahora mismo".

AVARICIA / CODICIA




La avaricia es una inclinación o deseo desordenado de placeres o de posesiones. La codicia, por su parte, es el afán excesivo de riquezas, sin necesidad de querer atesorarlas.

La codicia (o a veces la avaricia) se considera un pecado capital, y como tal, en cualquier sociedad y época, ha sido demostrada como un vicio. En efecto, al tratarse de un deseo que sobrepasa los límites de lo ordinario o lícito, se califica con este sustantivo actitudes peyorativas en lo referente a las riquezas.

La codicia es un término que describe muchos otros ejemplos de pecados. Estos incluyen deslealtad, traición deliberada, especialmente para el beneficio personal. Búsqueda y acumulación de objetos, estafa, robo y asalto, especialmente con violencia, los engaños o la manipulación de la autoridad son todas acciones que pueden ser inspirados por la avaricia. Tales actos pueden incluir la simonía.

Los budistas creen que la codicia está basada en una errada conexión material con la felicidad. Esto es causado por una perspectiva que exagera los aspectos de un objeto.

No hay nadie peor que el avaro consigo mismo, y ese es el justo pago de su maldad.
Libro Eclesiástico •Capitulo 14 La avaricia y la envidia 14:6

Simbología

Se pinta a la avaricia siempre ya entrada en edad, flaca, algunas veces hidrópica, con el rostro pálido y amoratado, ocupada en contar su dinero o teniendo un bolsillo cogido con fuerza.


Se le da por atributo un lobo hambriento. Entre los poetas, Tántalo es el emblema del avaro. Para expresar que solo hace bien cuando muere, los italianos la han dado por divisa una víbora, con estas palabras: Offende viva, e risana morta, Hiere cuando vive y después de muerta cura. Se la puede también representar con una mujer que se aparta de un cuerno de la abundancia.



El mito global solo nos empuja a la era de la melancolía. El modelo de la codicia se balancea entre la ira y la codicia; mientras la aldea global es solo una esperanza ingenua.
Lao Tse


La avaricia se diferencia de la codicia ya que ésta última supone el afán excesivo de riquezas, aunque sin la voluntad de atesorarlas. Quien es avaro, pretende acumular todo tipo de riquezas materiales y no está dispuesto a gastarlas o compartirlas.


Es frecuente que la avaricia aparezca vinculada con otros pecados o con delitos, como la traición, la estafa y el soborno. El avaro sólo pretende sumar más y más riquezas y no conoce ningún límite legal o ético para cumplir con su objetivo. Si es necesario perjudicar a otra persona o pasar por encima de la ley, el avaro está dispuesto a hacerlo.

El vínculo que el avaro establece entre la felicidad y las posesiones materiales es condenado por las religiones. Asociar el placer con un objeto, en definitiva, impide el pleno desarrollo del sujeto y lo aleja de la dimensión espiritual.










La Codicia y el Darwinismo Social


Gordon Gekko es considerado como un personaje icónico por su actitud influenciada por el deseo desmedido de poseer más riqueza y poder que cualquiera, simplemente ambición, para él, esta palabra representa una especie de regla de oro, pues justifica su manera de pensar y actuar. "La codicia es buena", es la frase mítica de Gordon Gekko, se convirtió en el referente de la cultura popular norteamericana a la hora de hablar de lo oscuro del sistema capitalista, en la máxima representación del deseo desmedido de tenerlo todo.
Sin embargo otro componente importante está presente en el esquema ideológico y mental de Gordon Gekko, respecto a su concepción de la sociedad y del mismo capitalismo, este componente es el darwinismo social. Al apreciar la forma de actuar de Gekko y la manera como ve las cosas, lo que se contempla es a un hombre, que sabe que es inteligente, astuto y que tiene la capacidad de manipular a otros, es decir, el es plenamente consciente de sus habilidades y ha perfeccionado cómo usarlas con maestría para sobreponerse a todos los demás, logrando que sean sus intereses los que determinen las situaciones. Esta tendencia implica que, en su implacable paso, muchos otros salgan perjudicados para que él pueda salir beneficiado, estando los ejemplos que podemos apreciar en Wall Street 2: El dinero nunca duerme, donde está caso de Bretton James, a quien Gordon destruye intencionalmente en su regreso a la cima, o a su propia hija y el mismo Jacob Moore, a quienes perjudica en su afán de conseguir lo que quiere, e inclusive a los cientos de empleados que estuvo a punto de dejar sin trabajo, cuando preparó la destrucción de la compañía de aerolíneas junto con Bud Fox, en la primera Wall Street (película).
"Los fuertes aplastan a los débiles, así es como funciona", es la frase que Gordon utiliza en Wall Street 2: El dinero nunca duerme, para justificar sus acciones ante Jacob Moore. Es este la línea de pensamiento, "la supervivencia del más apto", de la que Gekko se vale para conducir cada una de sus acciones, aún cuando eventualmente termina comprendiendo que aplicar esta fórmula al pie de la letra no es correcto, Gekko es icónico, precisamente por haberla usado siempre, por eso, por disponer de una ambición desmedida, por creer y aplicar el darwinismo social en el más puro y siniestro de los sentidos y por ser capaz de ir más allá de los límites que impone la moral y la ética.
Una de las razones del caos económico, que tiene sumida en la miseria a la mayor parte de la población mundial. La obtención del dinero y el poder económico como meta para la dominación del entorno "machos" y "hembras" alfa, no importa a quienes deban aplastar en el camino.

miércoles, 17 de octubre de 2012

LA FILOSOFÍA DE LA 'NO NECESIDAD'


"Lo que nos hace ricos o pobres no es nuestro dinero, sino nuestra capacidad de disfrutar" (Víctor Gay Zaragoza)

Un hombre de negocios pasaba sus vacaciones en un pueblo costero. Una mañana advirtió la presencia de un pescador que regresaba con su destartalada barca. "¿Ha tenido buena pesca?", le preguntó. El pescador, sonriente, le mostró tres piezas: "Sí, ha sido una buena pesca". El hombre de negocios miró al reloj: "Todavía es temprano. Supongo que volverá a salir, ¿no?".

Extrañado, el pescador le preguntó: "¿Para qué?". "Pues porque así tendría más pescado", respondió el hombre de negocios. "¿Y qué haría con él? ¡No lo necesito! Con estas tres piezas tengo suficiente para alimentar a mi familia", afirmó el pescador. "Mejor entonces, porque así usted podría revenderlo". "¿Para qué?", preguntó el pescador, incrédulo. "Para tener más dinero". "¿Para qué?". "Para cambiar su vieja barca por una nueva, mucho más grande y bonita". "¿Para qué?". "Para poder pescar mayor cantidad de peces".

"¿Para qué?". "Así podría contratar a algunos hombres". "¿Para qué?". "Para que pesquen por usted". "¿Para qué?". "Para ser rico y poderoso". El pescador, sin dejar de sonreír, no acababa de entender la mentalidad de aquel hombre. Sin embargo, volvió a preguntarle: "¿Para qué querría yo ser rico y poderoso?". 

"Esta es la mejor parte", asintió el hombre de negocios. "Así podría pasar más tiempo con su familia y descansar cuando quisiera". El pescador lo miró con una ancha sonrisa y le dijo: "Eso es precisamente lo que voy a hacer ahora mismo".