martes, 30 de octubre de 2012

LA PEREZA - II -





Pereza (latín: acedia, accidia, pigritia), es la negligencia, astenia, tedio o descuido en realizar acciones, movimientos o trabajos. Se le conoce también como gandulería, flojera, haraganería, holgazanería; entre otros términos que pueden incluso llegar a ser peyorativos. La religión cristiana, clasifica la pereza como un vicio capital ya que generan otros pecados, si bien antiguamente se la denominaba acedía o acidia, concepto más amplio que tenía que ver con la tristeza o la depresión.

Todos los seres vivos que se mueven, tienden a no malgastar energías si no hay un beneficio, que no tiene por qué ser seguro e inmediato: puede ser algo probable o que se obtendrá en un futuro.

Algunos ejemplos serían:

Perseguir una presa para comer.
Asearse.
Practicar cualquier tarea, para mejorar habilidades. Puede que sólo se haga por simple placer, que en realidad indica algún tipo de beneficio.
Hablar con los demás para establecer relaciones sociales.
Ayudar a los demás para establecer o mejorar las relaciones sociales.
Mantener relaciones sexuales.

Los animales con mayor inteligencia, y sobre todo los jóvenes, a veces parecen contradecir la máxima de no desperdiciar energía. Son muy activos y no paran casi nunca quietos. Esta actividad tiene la utilidad de conseguir mejores habilidades o conocer mejor el entorno, entre otras ventajas.

En el caso de los seres humanos (y otros animales), tenemos un cerebro muy grande y que consume mucha energía (20% del total que necesita el cuerpo), tanto si se usa, como si no. No utilizarlo supone un desperdicio de energía. Para evitarlo, una sensación desagradable, el aburrimiento, evita dejar inactivo el cerebro y otra agradable, la curiosidad, mueve al individuo a buscar algún tipo de actividad interesante, aunque no haya una necesidad inmediata. Las actividades no tienen por qué ser puramente mentales; sirve cualquier actividad en la que intervenga el cerebro, desde leer hasta hacer deporte.

A las personas que evitan realizar cualquier actividad de las cuales el beneficio no sea al instante se les llama vagos o perezosos. Las causas para tener dicha tendencia pueden ser variadas, desde mala alimentación o enfermedades o simplemente que las actividades que realizan no les resultan beneficiosas.

Existe la idea generalizada de que, en muchos casos, los vagos los son porque les da la gana, no ponen suficiente de su parte o les es más ventajoso ser así. Ha ocurrido en muchas ocasiones, que personas con enfermedades poco conocidas, han sido o son consideradas vagas, incluso por médicos. Algunos ejemplos de enfermedades o condiciones que suelen ser confundidas con pereza son:

Autismo
Síndrome de Asperger
Fibromialgia
Fatiga crónica
Depresión
Distimia
Demencias

Otras causas de implicación en una tarea son:

Falta de beneficio en relación al esfuerzo utilizado.
Falta de reconocimiento en el trabajo o actividad realizada.
Falta de preparación para realizar la tarea.
Falta de motivación.
Monotonía laboral.
No reconocer los talentos.
Que sea una tarea penosa, que cause cualquier trastorno físico o mental, como dolor de espalda, dolor de cabeza o hastío.

Posible Origen

La pereza es algo que está constantemente tentando al ser humano. Suele ocurrir que una persona haga planes para el futuro con mucho entusiasmo, pero cuando llega el día no lo cumple por pereza. Algunos ejemplos de esto lo son los planes de ejercicio, dietas, estudios y hasta tareas laborales. Nuestros antepasados, los primeros hombres que habitaron la tierra, no tenían la necesidad de utilizar la frase “lo haré luego”; esto debido a que sus actividades en las cuales gastaban sus energías eran para el beneficio del aquí y el ahora. Era un estilo de vida en el cual se sobrevivía utilizando energía en el instante que se tuviera una necesidad. Si se tenia hambre se cazaba, si se tenía sed se tomaba y esto igual con las necesidades sexuales. Los antepasados se encontraban con que no pasaba mucho tiempo entre el deseo y la acción. No existía completamente aún la planeación del futuro de modo que se vivía en el presente. No quiere decir que no planeaban para el futuro sino que no dejaban que esos planes interfirieran con su deseo inmediato. El Psicólogo terapéutico Kalman Glantz dice que “la vagancia se hizo posible cuando se comenzó a planear para el futuro”.
Es por esta razón que podemos concluir que la pereza tuvo sus inicios cuando el ser humano comenzó a hacer preparaciones para un tiempo fuera del presente. Algunos de ellos no van a ver útil el hacer una actividad que te beneficie en un futuro y éstos serán llamados “vagos” por los otros. En la actualidad prácticamente se requiere muy poca energía para obtener alimentos y beneficios, estos, los tenemos casi al instante. Surge, entonces, más tiempo de ocio que trae consigo la pereza y a su vez problemas como la obesidad. 
La pereza es un término que va de mano con la procrastinación o la forma en que elegimos hacer tareas de menor prioridad porque obtenemos un beneficio a corto plazo. La procrastinación es un suceso irracional en el ser humano. Que en realidad no se piensa o se planea y que simplemente ocurre al igual que la pereza.
"Después de la de conservarse, la primera y más poderosa pasión del hombre es la de no hacer nada." -J. J. Rousseau- La pereza viene a ser, entonces, un asunto más psicológico que físico.

Algunos Consejos: Para evitar que la pereza entre en nuestros hogares debemos ser higiénicos, por ejemplo asear nuestra casa, desechar toda la suciedad para afuera, por ejemplo basura, ropa vieja, ropa sucia, principalmente donde dormimos, para evitar que la pereza entre en nuestra casa. Hay que estar activo ocupándonos de cualquier oficio para evitar la pereza.

Fuente: wikipedia.org

lunes, 29 de octubre de 2012

LA PEREZA

Los campesinos "perezosos" dormir en lugar de trabajo, en representación de la pereza y la indolencia, en la parábola del trigo y la cizaña de 1624, por Abraham Bloemaert.


La pereza (en latín, acidia) es el más «metafísico» de los pecados capitales, en cuanto está referido a la incapacidad de aceptar y hacerse cargo de la existencia de uno mismo. Es también el que más problemas causa en su denominación. La simple «pereza», más aún el «ocio», no parecen constituir una falta.

Hemos preferido, por esto, el concepto de «acidia» o «acedía». Tomado en sentido propio es una «tristeza de ánimo» que aparta al creyente de las obligaciones espirituales o divinas, a causa de los obstáculos y dificultades que en ellas se encuentran.
Bajo el nombre de cosas espirituales y divinas se entiende todo lo que Dios nos prescribe para la consecución de la eterna salud (la salvación), como la práctica de las virtudes cristianas, la observación de los preceptos divinos, de los deberes de cada uno, los ejercicios de piedad y de religión.
Concebir pues tristeza por tales cosas, abrigar voluntariamente, en el corazón, desgano, aversión y disgusto por ellas, es pecado capital. Tomada en sentido estricto es pecado mortal en cuanto se opone directamente a la caridad que nos debemos a nosotros mismos y al amor que debemos a Dios. De esta manera, si deliberadamente y con pleno consentimiento de la voluntad, nos entristecemos o sentimos desgano de las cosas a las que estamos obligados; por ejemplo, al perdón de las injurias, a la privación de los placeres carnales, entre otras; la acidia es pecado grave porque se opone directamente a la caridad de Dios y de nosotros mismos.
Considerada en orden a los efectos que produce, si la acidia es tal que hace olvidar el bien necesario e indispensable a la salud eterna, descuidar notablemente las obligaciones y deberes o si llega a hacernos desear que no haya otra vida para vivir entregados impunemente a las pasiones, es sin duda pecado mortal.


domingo, 28 de octubre de 2012

LA GULA - "No sólo de pan vive el hombre"

Por: Patrick Madrid

¿RECUERDA UD. Ese anuncio televisivo en los años setenta de Alka Seltzer? 

Un hombre visiblemente en náuseas gemía: "No puedo creer que me haya comido todo eso". Su esposa lo reprende diciéndole: "Te lo comiste". Si bien humorístico, este anuncio puede ser un útil recordatorio de los peligros por comer en exceso.

Comer o beber en exceso es conocido por los cristianos como gula. Además de causar indeseables efectos físicos secundarios, tales como la obesidad, Las enfermedades  y un embotamiento de la voluntad y el intelecto, la gula causa también graves e indeseables efectos secundarios en lo espiritual.

Esta es  la razón por la que el Papa San Gregorio el Grande calificó a la glotonería como pecado "capital",  ya que es la causa de que surjan varios otros pecados.

Tengamos en cuenta que, a pesar de que la gula  la asociamos específicamente con la desmesura en el comer y el beber, se trata de un trastorno espiritual que podemos aplicar a las cosas creadas en general, no sólo a la comida.

Cuando uno se deja llevar en demasía por el apetito sensual por cualquier cosa –comida, alcohol, sexo, diversión etc. -, se convierte en un glotón.

Y si bien entendemos, que la gula no es típicamente un pecado mortal (aunque siempre es al menos un pecado venial), es particularmente peligrosa porque con frecuencia es la causa de pecados aún peores.

Santo Tomás de Aquino enseñó: "La gula denota, no un deseo de comer y beber, sino un deseo desordenado".
Surge de "un placer desordenado en el comer y el beber". Esto significa que comer, en sí mismo, no es el problema. Todos tenemos que comer para mantenernos vivos. Es más bien cuando cedemos voluntariamente a un apetito desordenado o inmoderado (esto es, excesivo) por la comida, que comenzamos a entrar en el territorio del pecado.

Al hablar acerca de las personas cuya atención se centra sólo en los placeres sensuales y terrenales, San Pablo advirtió: "Sigan mi ejemplo, hermanos y observen atentamente a los que siguen el ejemplo que yo les he dado.
Porque ya les advertí frecuentemente y ahora les repito llorando: hay muchos que se portan como enemigos de la cruz de Cristo. Su fin es la perdición, su dios es el vientre, su gloria está en aquello que debería avergonzarlos, y sólo aprecian las cosas de la tierra" (Flp 3,17--19).

La frase de San Pablo, "su dios es el vientre", es una manera efectiva para describir el problema fundamental de la gula; es una tendencia a hacer de una cosa creada – en este caso, la comida –un dios. Y cuando esta tendencia se vuelve tan arraigada y la persona se enfoca de tal manera en el placer de comer alimentos, hasta convertirlos – en cierto sentido –en objetos de deseo por el apetito, entonces llega a convertirse en verdad en esclavo de los propios sentidos. La gula, uno de los siete pecados capitales, tiene como su opuesto la templanza, que es una de las cuatro virtudes cardinales. 

La clave es darse cuenta de que si tenemos problemas con la gula, con la gracia de Dios, podemos superarla al cultivar la virtud de la templanza —esto es, la moderación en el comer y el beber. Un autor católico define la moderación como "el recto hábito que hace que un hombre gobierne su apetito natural por los placeres de los sentidos, de acuerdo con la norma prescrita por la razón". La Sagrada Escritura contiene numerosas advertencias sobre los peligros de la gula y la falta de moderación, y la belleza de la templanza como autocontrol: 

PROVERBIOS 23, 19-­21 — "Escucha, hijo mío, y te harás sabio, y enderezarás tu corazón por el buen camino. No te juntes con los borrachos ni con los que se hartan de carne, porque el borracho y el glotón se empobrecen, y la modorra hace andar vestido con harapos".

ECLESIÁSTICO 37, 27-­31- "Hijo mío, para tu régimen de comida, pruébate a ti mismo: mira qué te hace mal y prívate de ello. Por bueno todo es conveniente para todos ni a todos les gusta lo mismo. No seas insaciable de placeres ni te excedas en las comidas. Porque el exceso en las comidas acarrea enfermedades y la glotonería provoca cólicos. La glotonería causó la muerte de muchos, pero el que se cuida prolongará su vida".

En LUCAS 31, 34-­35, Nuestro Señor aludió la gula en el comer y el beber, cuando dijo: "Tengan cuidado de no dejarse aturdir por los excesos, la embriaguez y las preocupaciones de la vida, para que ese día no caiga de improviso sobre ustedes como una trampa, porque sobrevendrá a todos los hombres en toda la tierra". La palabra griega usada aquí para "excesos" es kraipdle, que puede traducirse más literalmente como "glotonería", que es una palabra elegante para "exagerar" en el comer y el beber. Cristo nos enseña aquí que las personas que se centran en la sensualidad no estarán preparadas para ese momento repentino e inesperado cuando mueran y se presenten ante Cristo el Juez para rendirle cuentas de su vida (cfr. Mateo 25,31; Lucas 12,16--20; Romanos 14,12). 


1 CORINTIOS 6,12 -­ 13; 19-­20— "‹Todo me está permitido›, pero no todo es conveniente. ‹Todo me está permitido›, pero no me dejaré dominar por nada. Los alimentos son para el estómago y el estómago para los alimentos, y Dios destruirá a ambos. Pero el cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor, y el Señor es para el cuerpo. Y Dios que resucitó al Señor, nos resucitará también a nosotros con su poder"... "¿O no saben que sus cuerpos son templo del Espíritu Santo, que habita en ustedes y que han recibido de Dios? Por lo tanto, ustedes no se pertenecen, sino que han sido comprados, ¡y a qué precio! Glorifiquen entonces a Dios en sus cuerpos".

ROMANOS 13, 12-­14— "La noche está muy avanzada y se acerca el día. Abandonemos las obras propias de la noche y vistámonos con la armadura de la luz. Como en pleno día, procedamos dignamente: basta de excesos en la comida y en la bebida, basta de lujuria y libertinaje, no más peleas ni envidias. Por el contrario, revístanse del Señor Jesucristo, y no se preocupen por satisfacer los deseos de la carne". Pasajes adicionales: Deuteronomio 21, 20; Proverbios 21, 17; 28, 7; Mateo 11, 19; Lucas 7, 34; Romanos 12, 1-2; Gálatas 5, 19-21; Tito 1, 12. Secciones relativas en el Catecismo: 1866, 2290, 2535.


LA GULA




Del latín, gluttire, que significa tragar o engullir de manera excesiva alimentos o bebidas sin medida.
Es un pecado capital para la religión cristiana y el catolicismo, es un vicio del deseo desordenado por el placer conectado con la comida o con la bebida. Este deseo puede ser pecaminoso de varias formas (siempre según los conceptos de dicha religión):
1.   Comer o beber en exceso más de lo que el cuerpo necesita.
2.   Cortejar el gusto por cierta clase de comida a sabiendas de que va en detrimento de la salud.
3.  Consentir el apetito por comidas o bebidas costosas, especialmente cuando una dieta lujosa está fuera del alcance económico.
4.   Comer o beber vorazmente dándole más atención a la comida que a los que nos acompañan.
5.   Desperdiciar la comida estando en la misma categoría que la de comer más de lo que necesita el cuerpo.

Como “uso inmoderado de los alimentos necesarios para la vida” es definido este pecado o transgresión. 
La definición teológica se complementa con que “el placer o deleite que acompaña al uso de los alimentos, nada tiene de malo; al contrario, en el efecto de una providencia especial de Dios para que el hombre cumpliese más fácilmente  con el deber de su propia conservación. Prohibido es, empero, comer y beber hasta saciarse por ese solo deleite que se experimenta”. De esta manera, la religiosidad latina especifica estas faltas en: 
  • proepropere: comer antes de tiempo o cuando se debe abstener de comer, por ejemplo en los días de ayuno señalados por la Iglesia.
  • laute: cuando se comen manjares que superan las posibilidades económicas de la persona.
  • nimis: cuando se bebe o se come en perjuicio de la salud de la persona.
  • ardenter: cuando se come con extrema voracidad o avidez a la manera de las bestias. 
La gula se transforma en pecado en los siguientes casos: 
  • Cuando por el solo placer de comer se llega al hurto o se reduce a la familia a la mendicidad. Puede hacerse analogía con las adicciones en particular la ingesta de alcohol, drogas, juego, etc.
  •  Cuando el deleite en el comer y/o beber se reduce a un fin único y preponderante en la vida.
  •   Cuando es causa de graves pecados como la lujuria y la blasfemia.
  •   Cuando trasgrede los preceptos de la Iglesia en los días de ayuno y de abstinencia de ciertos alimentos.
  •   Cuando se provoca voluntariamente el vómito para continuar el deleite de la comida. 
  •   Cuando se auto infiere grave daño a la salud o sufrimiento a si mismo y a los que lo rodean.
Además de lo dicho por la teología tradicional, la gula tiene un aspecto que  no debemos dejar de considerar:
Es la manifestación física de un apetito más profundo y significativo, un estado de ansiedad. El que cae en las tentaciones de la gula, no sólo quiere consumir comida. Quiere, de alguna manera, ingerir todo el universo, satisfacer el vacío que siente. Asimilar, hacer suyo, todo lo exterior, reducir todo lo otro a sí mismo. En este sentido la gula se mimetiza estrechamente con la lujuria y otros pecados capitales, pues se trata de ponerse por sobre lo otro, reducirlo, objetivarlo y hacerlo suyo. De esta manera  el “glotón” se transforma en el único centro de referencia, en conformidad con el principio del amor a sí mismo. El asimilar, reducir, el universo en general y al prójimo en particular a sí mismo es la más radical negación del otro.

domingo, 21 de octubre de 2012

LA IRA PASIÓN DESTRUCTORA



La ira, es el enfado, el enojo, el disgusto, la cólera, todos sentimientos de indignación violentos, es la furia contra algo o alguien, es la peor de las molestias, es el trastorno del enojo.
La ira, no solo produce molestias y heridas a quien la recibe, también mucha pena y es alimento del rencor, por tanto es un estado vergonzoso del hombre, esto es la ira es una pasión indigna.
¿Es posible no sentir ira?, ¿es posible no enojarse?, tal vez no, ya que esta es una emoción de la naturaleza del hombre, pero no tener control sobre la ira, es algo no solo peligroso, es malo, porque este descontrol da lugar al pecado, a la destrucción de las relaciones entre los hombres, la ira descontrolada da origen a la agresión física y verbal, la ira atenta contra el respeto a nuestro prójimo y contra nosotros mismos.
La ira siempre esta acompañada de un lenguaje ofensivo e hiriente, y esta puede producir sentimientos de venganzas, por tanto bajo el estado de cólera puedes ser presa fácil del demonio.
La ira es un sentimiento del hombre, que depende del temperamento de la persona y en muchos caso de los patrones de conducta aprendidos en el seno familiar, esta muy influenciado por las experiencias de injusticia, es herencia de asuntos doloroso nunca resueltos, que llevan implícitas  situaciones de pesar y sus consecuencias es la incapacidad de perdonar al prójimo, de perdonarnos a nosotros mismos, es así como produce incapacidad de aceptar la voluntad de Dios.
La falta de tranquilidad en el corazón de los hombres, la impaciencia, el descontrol sobre si mismo, la negativa a aceptar el punto de vista de los demás, alimenta la ira, por tanto es necesario tener conciencia que cada persona tiene derecho a tener diferentes opiniones, y no dejarse llevar por la ira, especialmente si nuestras opiniones no son consideradas.
La ira atenta contra nuestro prójimo, y si decimos que tenemos que respetar a nuestro prójimo, entonces recordemos que los mas cercano están en nuestra propia familia con quien convivimos y ellos no pueden ser consecuencia de nuestra ira, pero tenemos un prójimo aún mas intimo, y ese habita en nuestro corazón y ese es Jesús, y no podemos descargar nuestra ira sobre nuestro propio cuerpo. Es así como reconozcamos con humildad al Señor que tenemos sentimientos de ira, y solicitemos su ayuda para controlarla, pero no para reprimirla y amargarnos porque no podemos desahogarnos, sino para apartarla o liberarla de forma tal que no les provoquemos daño a otras personas.
No confundamos el control sobre este mal sentimiento con reprimir, porque podríamos acumular resentimientos y esto nos va a impedir que tengamos paz interior, es así como en esta situación, pidamos un buen consejo, acudamos a quien  nos pueda ayudar a la paz espiritual, y no dejemos de acudir a nuestro Señor, con humildad y disposición, él nos comprenderá y nos dará la fuerza que necesitamos para ganarle a esta negativa emoción.  
La Ira es uno de los siete pecados capitales. Los vicios pueden ser catalogados según las virtudes a que se oponen, o también pueden ser comprendidos en los pecados capitales que la experiencia cristiana ha distinguido siguiendo a S. Juan Casiano y a S. Gregorio Magno (mor. 31,45). Son llamados capitales porque generan otros pecados, otros vicios. Entre ellos soberbia, avaricia, envidia, ira, lujuria, gula, pereza. (CC 1866)
De acuerdo a Santo Tomás (II-II:153:4) “un vicio capital es aquel que tiene un fin excesivamente deseable de manera tal que en su deseo, un hombre comete muchos pecados todos los cuales se dice son originados en aquel vicio como su fuente principal”. Entonces, no es la gravedad del vicio en sí mismo que lo torna en capital sino el hecho que da origen a muchos otros pecados. Estos son enumerados por Santo Tomás (I-II:84:4) como vanagloria (orgullo), avaricia, glotonería, lujuria, pereza, envidia, ira.

"El necio da rienda suelta a toda su ira, más el sabio al fin la sosiega" (proverbios 29:11).

Cuando alguien recibe ofensa o insultos muy graves contra la honra o dignidad, se enfrenta a una situación difícil de controlarse. Lo peor es que si no ha dado una respuesta, pierde la tranquilidad hasta el desagravio.
La Ira, provoca una pasión destructora y es la causante de grandes tragedias. En efecto, son irreparables los males que ha provocado un instante de descontrol y cólera.
Son muchas las familias, amigos, vecinos y compañeros de trabajo, que no han sabido controlar la pasión de la ira y hoy se sienten como verdaderos enemigos.
También son mucho los graves errores que se ha cometido en el mundo, motivado por los impulsos de cólera. Muchos llantos y lágrimas han sido provocados por arrebatos incontrolados. Es así, como la ira tiene una gran fuerza destructora.
Nosotros mismo, sabemos en conciencia, como hemos sido arrastrados por el impulso de la cólera, la rabia o la ira. Y luego también hemos sentido en nuestro corazón indignación por no haber sabido dominar esta pasión. Peor no hemos sentido cuando sabiendo lo mala que es, volvemos a ser dominado por ella.
La ira, no solo nos produce enemistarnos con los demás, también nos produce grandes males a nosotros mismo. El pesar de haber experimentado pasiones de ira, no solo nos produce vergüenza, también dolor.
A todos nos sucede, que al observar a dos personas dominada por la pasión de la ira y enceguecida por los arrebatos, nos decimos que incomprensible una obcecación así. Sin embargo, no siempre somos capaces de ayudar a quien la razón no le deja pensar en la torpeza que esta cometiendo.
En el Catecismo Católico, encontramos los párrafos siguientes:

1765            Las pasiones son numerosas. La más fundamental es el amor que la atracción del bien despierta. El amor causa el deseo del bien ausente y la esperanza de obtenerlo. Este movimiento culmina en el placer y el gozo del bien poseído. La aprehensión del mal causa el odio, la aversión y el temor ante el mal que puede venir. Este movimiento culmina en la tristeza del mal presente o la ira que se opone a él.

1772            Ejemplos eminentes de pasiones son el amor y el odio, el deseo y el temor, la alegría, la tristeza y la ira

1866            Los vicios pueden ser catalogados según las virtudes a que se oponen, o también pueden ser comprendidos en los pecados capitales que la experiencia cristiana ha distinguido siguiendo a S. Juan Casiano y a S. Gregorio Magno (mor. 31,45). Son llamados capitales porque generan otros pecados, otros vicios. Entre ellos soberbia, avaricia, envidia, ira, lujuria, gula, pereza.    2539

2259            La Escritura, en el relato de la muerte de Abel a manos de su hermano Caín (cf Gn 4,8-12), revela, desde los comienzos de la historia humana, la presencia en el hombre de la ira y la codicia, consecuencias del pecado original. El hombre se convirtió en el enemigo de sus semejantes. Dios manifiesta la maldad de este fratricidio: "¿Qué has hecho? Se oye la sangre de tu hermano clamar a mí desde el suelo. Pues bien: maldito seas, lejos de este suelo que abrió su boca para recibir de tu mano la sangre de tu hermano" (Gn 4,10-11).    401

2262 En el Sermón de la Montaña, el Señor recuerda el precepto: "No matarás" (Mt 5,21), y añade el rechazo absoluto de la ira, del odio y de la venganza. Más aún, Cristo exige a sus discípulos presentar la otra mejilla (cf Mt 5,22–39), amar a los enemigos (cf Mt 5,44). El mismo no se defendió y dijo a Pedro que guardase la espada en la vaina (cf Mt 26,52).

2302            Recordando el precepto: "no matarás" (Mt 5,21), nuestro Señor exige la paz del corazón y denuncia la inmoralidad de la cólera homicida y del odio:  

La cólera no nos permite saber lo que hacemos y menos aún lo que decimos, porque cuando un hombre esta dominado por la ira, esta abandonado a la razón.

La Sagradas Escrituras no dicen:

Y extranjeros edificarán tus muros, y sus reyes te servirán; porque en mi ira te castigué, mas en mi buena voluntad tendré de ti misericordia. Isaías 60:10

"Deja la ira y abandona el furor, no te irrites, solo harías lo malo" (Salmo 37:8).

"El que quiere amar la vida y ver días buenos, refrene su lengua del mal, y sus labios no hablen engaño. Apártese del mal y haga el bien; busque la paz y síguela. Porque los ojos del Señor están sobre los justos, y sus oídos atentos a sus oraciones; pero el rostro del Señor está contra los que hacen el mal"(I Pedro 3:10-12).

"Enojados, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo, ni deis oportunidad al diablo" (Efesios 4:26,27)

"Humillaos bajo la poderosa mano de Dios para que Él os exalte a su debido tiempo, echando toda ansiedad sobre Él, porque Él tiene cuidado de vosotros" (I Pedro 5: 6,7).

"Porque no nos ha dado Dos espíritu de cobardía, sino de poder, amor y dominio propio" (2 Timoteo 1:7). "No te apresures en tu espíritu a enojarte, porque el enojo se anida al seno de los necios"(Eclesiastés 7:9)

"Sed de un mismo sentir, compasivos, fraternales, misericordiosos y de espíritu de humildad, no devolver mal por mal, o insulto por insulto, sino más bien bendiciendo, porque fuisteis llamados con el propósito de heredar bendición" (1 Pedro 3:8,9).

"Por tanto, como escogidos de Dios, santos y amados, vestíos de profunda compasión, de benignidad, de humildad, de mansedumbre y de paciencia" (Colosenses 3: 12).

"Andad en el espíritu y no satisfagáis los deseos de la carne" (Gálatas 5: 16). "El fruto del espíritu es: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y dominio propio, contra tales cosas no hay ley" (Gálatas 5: 22,23).

De las pasiones y emociones del hombre, esto es el placer, el amor, el miedo y la ira, la  última una de las más perniciosas para el ser humano.
La ira  impide actuar de forma serena y produce alteraciones de la conducta que llegan a ser extremas.
La ira está muy relacionada con los fracasos, frustraciones y conflictos del hombre. Lo peor es que la ira crea situaciones de violencia en muchos casos y en los que no, lleva a los individuos a alimentar odios y resentimientos.
Por supuesto, que el odio es el sentimiento contrario al amor, pero lo peor, es quien lo padece no conoce la palabra perdón.
Es así, como cristianos, no podemos ser dominados por esta pasión, que nos aleja del principal precepto que tenemos de amar a Dios y a nuestro prójimo, por tanto, debemos hacer un esfuerzo para lidiar con la rabia, la ira y el odio. Este esfuerzo, nos traerá mucha paz a nuestro corazón.
Si bien es cierto que es necesario descargar nuestras rabias, aprendamos a hacerlo de una forma lejos de toda violencia y odiosidad. La reflexión, la meditación y la oración siempre será un buen método, pues esta nos reconforta y nos lleva a la calma.
A pesar de que vivimos en un mundo agresivo, recordemos que nuestra misión es la paz entre los hombres, la paz de Cristo. Busquemos y motivemos la paz anímica y espiritual, haciendo todo el esfuerzo posible para desterrar la ira, hagámoslo por Cristo nuestro Señor.

Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

sábado, 20 de octubre de 2012

LA IRA




Los pecados capitales en su versión secular son vicios morales. En su traslación psicológica, son sentimientos autodestructivos. Clásicamente, se enumeran siete: soberbia, avaricia, lujuria, envidia, gula, ira y pereza. Algunos de ellos alcanzan la categoría de inconfesables: ni la gota malaya lograría que los admitiéramos. Está demostrado que nos sentimos más virtuosos de lo que somos en realidad.

Nuestra propia estima se resiste a incorporarlos a la imagen que nos atribuimos. Son aquellos llamados espirituales, ya que los considerados carnales (la gula y la lujuria, quizá también la pereza) son objeto de una mayor condescendencia y complicidad.

Acordes con la idea de la “perdonabilidad” de los carnales (esta vida es corta), nos centraremos en el análisis de cada uno por innobles y solapados con el fin de reconocerlos en nosotros mismos y defendernos de sus arpones envenenados haciendo enfásis en cuatro: la soberbia, la codicia, la envidia y la ira.

El mundo en el que vivimos cada vez nos resulta más inseguro e incierto; todos queremos que la vida y que todo lo que rodea a ella sea algo por lo que merezca la pena, pero desgraciadamente tenemos todo lo contrario: algunas veces hay factores externos que provocan que pasemos del cielo al infierno y viceversa; en otras –quizá en demasiadas-, es la propia irracionalidad humana la que hace que cometamos actos que, en condiciones normales, no se nos pasaría, ni en sueños, cometerlos hasta sus últimas consecuencias, provocando, en el peor de los casos, la muerte.


Cuando hablamos de irracionalidad, hablamos de reacciones (espontáneas o no) que el ser humano tiene en momentos concretos de nervios, tensión o desesperación. Y en ellas tiene cabida la ira, quinto de los pecados capitales que componen el ciclo; la definición más estándar de la ira (cf. lat. iram) es la que alude a la pasión del alma que provoca indignación y enojo. 

También alude, por otro lado, al apetito o deseo de venganza, a la furia y violencia de los elementos (humanos o no) y, en última instancia, a la repetición de actos de ensañamiento y/o enconamiento. Ese deseo o pasión no conoce límite alguno, ya que puede ser causa de un comportamiento violento para con nuestros semejantes, para con los familiares o para con uno mismo.

La ira es peligrosa por muchas razones: primero, porque esa reacción puede plasmarse mediante el asesinato cuando va dirigida a los demás; y, en segundo lugar, porque cuando va dirigida a uno mismo desemboca en el suicidio. En nuestra vida no dejamos de sentirnos en ningún momento felices, tristes o celosos; desde el lado positivo, la ira podría resultar beneficiosa si aflorara de manera muy esporádica y sólo en momentos muy concretos, ya que es un sentimiento más y que como tal debe ser manifestado. 

La Divina Comedia, de Dante, refleja a la ira como uno de los siete círculos que componen el Infierno, círculo que es vigilado por el Minotauro y dividido, a su vez, por otros tres círculos llenos de piedra y rodeados por un gran río de sangre. A partir de este espacio cada círculo empieza a tener divisiones que albergan una pena en particular, por ejemplo, los espíritus malditos, que están divididos en tres: los violentos, los injuriosos y los usureros.

Etimológicamente, la palabra “ira” resulta muy rica a la hora de hacer su derivación: la ira suele corresponderse con la iracundia (propensión a la ira, cólera o enojo), y de ahí el adjetivo iracundo,-a, como también la palabra irascibilidad (cualidad de irascible) y el propio adjetivo irascible (propenso a la ira). Hay que decir que estos dos últimos proceden del deponente irascor, iratus sum, de donde también proceden el verbo airar (mover a ira, agitarse o alterarse violentamente) y nuestro adjetivo airado, -a (aunque la “a” inicial no se sabe de dónde viene).

Sea como fuere, el caso es que la ira siempre va a dejarnos una estela, por lo general negativa. El mundo de hoy conoce muchos casos en los que la ira destroza elementos vinculantes (o no) a nosotros mismos: cuando queremos vengarnos de alguien por algo, cuando una injusticia es más que evidente, o cuando nuestros propios impulsos nos llevan a cometer, como antes hemos indicado, actos que no haríamos en condiciones normales, y que, generalmente, tienen un arrepentimiento tardío e inútil. 

La paciencia es la madre de todas las ciencias. El hombre paciente puede conseguir lo que quiera. ¿Con qué se puede controlar la ira? Con paciencia. El hombre paciente puede ver mejor, porque el que tiene ira se ciega y no ve, pero el que es paciente ve todas las cosas muy claras. Para cultivar la paciencia, tienes que hacer los trabajos más humildes que haya. 

Cuando el movimiento instintivo pasional de la ira se despierta, nos ciega, nos estupidiza y nos convierte en una especie de bestias testarudas.

Se define a la ira como el apetito desordenado de venganza. Que se excita en nosotros por alguna ofensa real o supuesta. Es necesario, entonces, para que la ira sea pecado, que el apetito de venganza sea desordenado, es decir, contrario a la razón. De lo contrario, este desorden no será atribuido como pecado.
Para combatir este pecado es imprescindible la Paciencia, en sentido de sufrir con paz y serenidad todas las adversidades.

viernes, 19 de octubre de 2012

La Avaricia






La teología cristiana explica el pecado de la avaricia como “amor desordenado de las riquezas”, es desordenado, continua, “porque lícito es amar  y desear las riquezas con fin honesto en el orden de la justicia y de la caridad, como por ejemplo, si se las desea para cooperar más eficazmente con al gloria de Dios, para socorrer al prójimo etc.
El crimen de la avaricia no lo constituyen las riquezas o su posesión, sino el apego inmoderado a ellas; “esa  pasión ardiente de adquirir o conservar lo que se posee, que no se detiene ante los medios injustos; esa economía sórdida que guarda los tesoros sin hacer uso de ellos aun para las causas más legítimas; ese afecto desordenado que se tiene a los bienes de la tierra, de donde resulta que todo se refiere a la plata, y no parece que se vive para otra cosa que para adquirirla.”
“La  avaricia, por consiguiente, es pecado mortal siempre que el avaro ame de tal modo las riquezas y pegue su corazón a ellas que está dispuesto a ofender gravemente a Dios o a violar la justicia y la caridad debida al prójimo, o a sí mismo.”
En la avaricia se ven claramente los elementos comunes a todos los pecados. Por un lado, el avaro pierde el verdadero sentido de su acción poniendo el fin en lo que debería ser un medio, en este caso la obtención y la retención de las riquezas. Lo que importa al cristianismo es que el prójimo reciba, en justicia,  la caridad que todos le debemos al menesteroso. La avaricia es directamente contraria a la caridad en cuanto es un “no dar”, más aun es privar a otros de sus bienes para tener más que retener. Por otro lado,  el privar al otro de sus bienes, muchas veces con malas artes, y retener estos bienes en perjuicio del otro, es también negar al otro en su calidad de persona, de fin en sí. Se lo utiliza para satisfacer, mediante la acumulación de riquezas, el principio del amor a sí mismo.
Son “hijos” o faltas menores de la avaricia: 
  • el fraude 
  • el dolo
  • el perjurio
  • el robo y el hurto
  • la tacañería
  • la usura



jueves, 18 de octubre de 2012

AVARICIA / CODICIA




La avaricia es una inclinación o deseo desordenado de placeres o de posesiones. La codicia, por su parte, es el afán excesivo de riquezas, sin necesidad de querer atesorarlas.

La codicia (o a veces la avaricia) se considera un pecado capital, y como tal, en cualquier sociedad y época, ha sido demostrada como un vicio. En efecto, al tratarse de un deseo que sobrepasa los límites de lo ordinario o lícito, se califica con este sustantivo actitudes peyorativas en lo referente a las riquezas.

La codicia es un término que describe muchos otros ejemplos de pecados. Estos incluyen deslealtad, traición deliberada, especialmente para el beneficio personal. Búsqueda y acumulación de objetos, estafa, robo y asalto, especialmente con violencia, los engaños o la manipulación de la autoridad son todas acciones que pueden ser inspirados por la avaricia. Tales actos pueden incluir la simonía.

Los budistas creen que la codicia está basada en una errada conexión material con la felicidad. Esto es causado por una perspectiva que exagera los aspectos de un objeto.

No hay nadie peor que el avaro consigo mismo, y ese es el justo pago de su maldad.
Libro Eclesiástico •Capitulo 14 La avaricia y la envidia 14:6

Simbología

Se pinta a la avaricia siempre ya entrada en edad, flaca, algunas veces hidrópica, con el rostro pálido y amoratado, ocupada en contar su dinero o teniendo un bolsillo cogido con fuerza.


Se le da por atributo un lobo hambriento. Entre los poetas, Tántalo es el emblema del avaro. Para expresar que solo hace bien cuando muere, los italianos la han dado por divisa una víbora, con estas palabras: Offende viva, e risana morta, Hiere cuando vive y después de muerta cura. Se la puede también representar con una mujer que se aparta de un cuerno de la abundancia.



El mito global solo nos empuja a la era de la melancolía. El modelo de la codicia se balancea entre la ira y la codicia; mientras la aldea global es solo una esperanza ingenua.
Lao Tse


La avaricia se diferencia de la codicia ya que ésta última supone el afán excesivo de riquezas, aunque sin la voluntad de atesorarlas. Quien es avaro, pretende acumular todo tipo de riquezas materiales y no está dispuesto a gastarlas o compartirlas.


Es frecuente que la avaricia aparezca vinculada con otros pecados o con delitos, como la traición, la estafa y el soborno. El avaro sólo pretende sumar más y más riquezas y no conoce ningún límite legal o ético para cumplir con su objetivo. Si es necesario perjudicar a otra persona o pasar por encima de la ley, el avaro está dispuesto a hacerlo.

El vínculo que el avaro establece entre la felicidad y las posesiones materiales es condenado por las religiones. Asociar el placer con un objeto, en definitiva, impide el pleno desarrollo del sujeto y lo aleja de la dimensión espiritual.