martes, 2 de octubre de 2012

LOS SIETE PECADOS CAPITALES: SOBERBIA

Los siete pecados capitales fueron en su día ocho, concebidos por el monje griego Evagrio Póntico en los primeros tiempos del cristianismo para definir las principales inclinaciones negativas del ser humano. La soberbia es una característica común al ser humano que implica la constante y permanente autoalabanza que una persona realiza sobre sí misma. La soberbia es, además, una actitud de constante autoadmiración que hace que la persona en cuestión deje de considerar los derechos y necesidades de aquellos que la rodean al considerarlos inferiores y menos importantes.


El infierno era la condena para cualquiera de los ocho. 

En el siglo VI, el Papa Gregorio modificó por primera vez la lista incluyendo la Envidia a la vez que fundía Orgullo y Vanidad en una sola falta. En el siglo XVII, la lista se vio afectada por nuevas reformas, de manera que la Melancolía dejó de ser pecado y fue reemplazada por la Pereza. Fue así como se llegó a la enumeración de los pecados capitales que hoy siguen vigentes, y que servirán de eje para los siete próximos textos, en los que abordaré cada uno de los pecados a partir de sus múltiples definiciones.



Según el diccionario: sustantivo femenino, soberbia viene del latín superbia, y significa altivez, orgullo, arrogancia, presunción.

Según la Iglesia Católica: el amor propio que va demasiado lejos, poniéndose por encima del amor a Dios, y yendo, por tanto, contra el Primer Mandamiento (Amarás a Dios sobre todas las cosas). Ésta fue la pasión que alimentó la rebelión de los ángeles y provocó la caída de Lucifer.

En una historia zen: El gran maestro de Tofuku percibió un movimiento inusual en el monasterio. Los novicios corrían de acá para allá y los sirvientes se colocaban en fila como para recibir a alguien.

“¿Qué está ocurriendo aquí?”, preguntó.

Un soldado se aproximó al maestro y le entregó una tarjeta en la que se podía leer: “Kitagaki, el gobernador de Kioto, acaba de llegar y pide una audiencia”.
“No tengo nada de qué hablar con esta persona”, dijo el maestro.

Algunos minutos más tarde, se acercó el gobernador, pidió disculpas, realizó algunas tachaduras en la tarjeta, y se la entregó una vez más al maestro.

Ahora se leía: “Kitagaki pide una audiencia”.
“Bienvenido”, dijo el maestro zen de Tofoku.

La soberbia es un rasgo característico del ser humano ya que tiene que ver con el desarrollo de la autoconciencia y de cada individuo como un ente único y separado del ambiente en el que habita, capacidad que no existe en el caso de los animales. La posibilidad que tenemos de reconocernos como seres capaces de muchas habilidades, facultades y virtudes es lo que deriva en la existencia de la soberbia. Si bien la soberbia puede darse en todos los individuos en algún punto de su vida de modos más o menos profundos, se habla de soberbia específicamente cuando los rasgos de vanidad y autoalabanza de una persona se vuelven exagerados.



La soberbia es uno de los defectos más criticados por la mayoría de las religiones que basan sus teorías en el desarrollo de virtudes tales como la humildad, el respeto y entrega hacia el Dios correspondiente, la compasión y el desinterés por las cuestiones materiales. Esto es especialmente visible para el Cristianismo que, además de las ya mencionadas, señala a la soberbia como uno de los pecados más importantes y graves que puede cometer el ser humano.

Hoy en día, las sociedades posmodernas se caracterizan por la existencia de gran número de estas actitudes debido a la importancia que se da al individualismo, a la noción de triunfo social y económico como consecuencia exclusiva de los logros individuales y no de los logros sociales o del contexto, al egocentrismo y a otras muchas circunstancias que desatan altos niveles de soberbia y narcisismo en miles de individuos.


Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes.1 Pedro 5:5.

Qué pide el Señor de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios. Miqueas 6:8.


GRANDE Y HUMILDE A LA VEZ



Reconozcamos que en general esa virtud llamada humildad, se aprecia poco y se practica menos aún. Cuando se encuentran oídos dispuestos a escuchar, gustosamente se elogia a los ganadores, a los que se imponen.

La humildad es uno de los maravillosos rasgos que distinguieron a nuestro Señor Jesucristo. Él nunca buscó la popularidad; al contrario, huía de ella (Marcos 1:37-38). Él, el gran Dios del cielo y de la tierra, a quien todo le pertenece, fue humilde entre los humildes. Nacido en la pobreza, aprendió el oficio de carpintero. A pesar de su divina sabiduría y de su perfecto conocimiento, esperó hasta cumplir treinta años para empezar su servicio público: anunciar el reino de Dios, enseñar y curar. “Cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente” (1 Pedro 2:23).

Jesús es nuestro modelo, pero ¡cuán difícil es seguir sus huellas! Una verdadera humildad debería distinguir a un cristiano entre personas que buscan sus propios intereses, que quieren dominar a los demás, engrandecerse y hacer valer sus derechos. Ésta necesita mucha fuerza moral y una real cercanía al Señor. “Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón”, dijo Jesús (Mateo 11:29). Y su fiel siervo, quien aprendió de él, escribió: “Yo Pablo… soy humilde entre vosotros” (2 Corintios 10:1).


LA INGRATITUD ES HIJA DE LA SOBERBIA



Era yo un niño cuando el padre de un amigo nos decía: "Podéis tener muchos defectos, pero nunca seáis ingratos. Todo os lo perdonarán vuestros amigos si sabéis ser agradecidos y hasta las mayores virtudes pasan desapercibidas en los ingratos." La ingratitud es el peor de los defectos y que sin duda nace de la creencia de que no debemos luchar por ganarnos el respeto y el cariño de quienes nos rodean, es decir, de la soberbia.

Esta frase que liga soberbia e ingratitud no es de origen popular, como podría pensarse porque podemos oírla habitualmente, sino que pertenece a don Miguel de Cervantes.




En un portaaviones: “MISIÓN CUMPLIDA” (cartelón colocado en el USS Lincoln el uno de mayo de 2003, día en el que el presidente Bush anunció el final de las grandes operaciones militares en Irak. En aquella fecha, el número de soldados norteamericanos muertos ascendía a 217. El día que escribo estas líneas, la cifra superó los 2.700).

Para el rabino Adin Steinsaltz: “Cuando alguien intenta descubrir quién es empleando realidades secundarias como término de comparación, se topa con una serie de conchas vacías que dependen las unas de las otras para encontrar sentido”.

“No está bien definirse como amigo de fulano, hijo de mengano, ejecutivo en un cargo determinado, realizando tal o cual función”. Porque todo lo que conseguiremos descubrir de nosotros mismos de esta manera son apenas facetas sombrías e incompletas, delatoras de alguien que quiere hacerse visible a costa de los demás.

“La única relación posible es la que se establece con el Señor. Partiendo de esto, todo comienza a tener sentido y se nos acaba mostrando un significado mayor”.

Según San Agustín: La soberbia no es grandeza, sino hinchazón. Lo que se hincha parece grande, pero en realidad se trata de una enfermedad.

Consejo del Tão Te King: Es mejor no llenar completamente un jarrón, pues estando éste lleno resulta más difícil de cargar.

Cuando afilamos en exceso un cuchillo, su filo no se conservará mucho tiempo.

Cuando el oro y el jade llenan un salón, sus dueños no lograrán mantener la seguridad en el recinto.

Cuando la riqueza y los honores llevan a la arrogancia, sin duda el mal tardará poco en llegar.

Cuando, realizando nuestro trabajo, nuestro nombre comience a tornarse célebre, la sabiduría consiste en retirarnos a la oscuridad una vez que la tarea esté concluida.

ORGULLO VS. SOBERBIA



Orgullo: Es una emoción básica en el ser humano cuyo significado no es otro que el sentirse satisfecho con uno mismo. El orgullo está estrechamente relacionado con la autoestima. Una persona orgullosa es aquella capaz de reconocer sus éxitos y admitir sus errores, sin sentirse culpable por ello. Sólo tiene que ver con la seguridad de quien se reconoce imperfecto y no por ello peor, sólo mejorable.

Soberbia: Es el orgullo sin medida. La soberbia está estrechamente relacionada con la debilidad e inseguridad. Una persona soberbia o demasiado orgullosa esconde su falta de conocimiento para enfrentarse a ciertas situaciones, no conoce el respeto hacia el otro, sólo piensa y decide para engrandecer su propio ego. 

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